martes, diciembre 16, 2014

Meditaciones de lluvia y sofá

Me encanta esta época del año. El tiempo en el que el otoño se está acabando y llega el invierno. Si tuviese que elegir mi época del año favorita, sería esta. Es más, un día como el que se me ha presentado hoy es un día perfecto: sólo he tenido una clase, se ha puesto a llover como nunca y ahora estoy en casa, sentada en el sofá, enrollada en una manta y escribiendo esta entrada porque adivinad… NO TENGO NADA MEJOR QUE HACER.
En realidad tendría que seguir con libro que estoy leyendo ahora o acabarme la nueva serie a la que me he enganchado o escribir lo que sea que se me ocurra —me refiero a ficción—, pero esta es la mejor parte: ¡puedo elegir qué hacer porque ninguna de esas cosas es una obligación! Y eso es FELICIDAD, porque se acercan vacaciones y tengo tiempo libre. Por fin.

No es que me guste esta época del año por las vacaciones, aunque reconozcámoslo… es un plus. Es todo lo que viene con ello, la Navidad, las calles decoradas con luces de colores, los regalos —y aquí es cuando mi alma consumista sale a la luz—, comer cantidades indecentes de chocolate y turrón sin que nadie te mire mal, juntarte con toda la familia, el frío…


 Lo del frío es simplemente porque soy una masoquista empedernida pero quién no ha disfrutado de una buena sesión de cine con el calor de las mantas y… lo que surja un chocolate caliente. Que sí, que es un fastidio tener que recolocarte la manta cuatrocientas mil veces hasta que se queda acoplada en el sitio —ahora mismo se me acaba de salir un pie. Tengo la sensación, desde lo más profundo de mi alma, que no hacen las mantas más grandes por el simple gusto de ser crueles con la gente porque siempre hay algún rinconcito del cuerpo que se queda fuera de la manta, ¿o es todo un complot de las empresas de productos de dieta para que adelgacemos?


Hay que investigar sobre ello, o quizá debería buscar algo más que hacer. Soltar estas chorradas es lo malo de tener tiempo libre porque en un día normal no se me hubiera ocurrido esa conclusión.

Recapitulemos. Me gusta cuando llueve en invierno porque es una excusa más para no salir de casa. Ya no es un: “No puedo ir al bautizo de tu gato porque hace mucho frío”, porque el frío como excusa para quedarte en casa viendo películas malas de Antena 3 no funciona, en cambio… “No puedo acompañarte al concierto de Rafael, ¿has visto cómo está lloviendo? Y hace un frío que pela”. Ajá, decid eso y se os perdona cualquier cosa. Además, mi alma de escritora fracasada agradece mucho esta clase de temporal porque así puedo sentarme a escribir y escribir y escribir más filosófica que nunca, en vez de salir para tener vida social. Así son las cosas.

O también puedo dedicarme a escribir entradas sin sentido como en este caso.

Pues con esto y una sopa —que se me está calentando ahora mismo en la cocina—, seguiré haciendo nada en el sofá durante TODO el día. La verdad es que espero hacer algo productivo para variar aunque me va a costar una barbaridad.

Me despido de ti, seas quien seas, esperando que tengas un día lleno de sonrisas.

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